martes, 13 de enero de 2009

John " The Pepperman"




Hoy Lunes, Yecla está de luto. Juanico “El Pimiento”, que en paz descanse, ha pasado a una mejor vida. Hoy las campanas de la Purísima redoblan a muerte. El Jardín de la Constitución está oscurecido; las palomas se visten de luto, y la fuente se ha secado.

Hoy no hay niños en el jardín, ni abuelos, ni madres sustitutas de niños “favorecidos” por el progreso. Juanico, quien no había gastado en su vida más que en unas pantuflas y en un viejo bastón, ya no pasea por él. Sus pies exhaustos de caminar por este mundo por fin descansan; y su viejo bastón sirve de comida para la carcoma.

El jardín era su vida, allí le gustaba ir a pasear, hacer rabiar a los zagalicos, y charrar con su viejo amigo José “El Molinero” sobre si el Madrid, la cosecha, el tiempo… Sus pantuflas desgastadas de andar por el liso suelo eran sus únicas compañeras .

Y hoy lunes, Día de la virgen, por fin se ha comprado unos zapatos, ha olvidado su molesta artrosis, se ha teñido de naranja el pelo, se ha ido a vivir a la capital como John “The Pepper Man”, ha llevado al chatarrero su vieja mobilette, ha vendido las tierras que tenía por los veinticinco ojos y la Decarada, con esto y con los ahorros de la pensión que le había sisado a las monjas del asilo, se ha comprado una Harley y ahora pasa nieve en la calle del Carmen.

EL BLUES DE JOHN “THE PEPPER MAN”

Tiene acciones en el puti
de la Juana,
y sólo bebe Chivas
cuando tiene ganas.

Es The Pepper Man,
John The Pepper Man.

A la mierda las monjas
a la mierda el asilo,
solo quiero dinero
para mi bolsillo.

Es John The Pepper Man,
The Pepper Man.

(Solo de armónica)


Vivo de lo que vendo,
sólo gasto lo que gano,
vivo de lo que vendo,
y todo se basa en gramos.

El viejo decían:
está hecho polvo,
y ahora dicen:
te compro otro.

Es el John The Pepper,
Pepper , Pepper Man.
Is the Pepper, life like Pepper,
is a man like the pepper,
Is the best pepper,
the Pepper man.

lunes, 12 de enero de 2009

FIN

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Sábado. Cuatro y media de la madrugada. He salido de trabajar y voy paseando camino a casa. Veo un bar en el que no me había fijado antes, ¿existiría? Me animo a tomar una copa antes de meterme en la cama. El ambiente es algo extraño, el camarero me mira con cara de “voy a cerrar, dónde coño crees que vas”. Paso de él y le pido un ron cola. Está oscuro y sucio, veo pasar un par de cucarachas y en una mesa del fondo veo una pareja enrollándose. Se me acerca un tipo muy serio y me ofrece chocolate. Le digo que no y me siento en una mesa a mirarme las manos, no tengo callos pero llevo toda la vida trabajando, tengo los dedos largos, a veces creo que demasiado, parece que exigen su libertad al resto del cuerpo…
Se abre la puerta, entra un tipo con melena, nariz aguileña y ojos escondidos. Lleva una guitarra a la espalda, pide una botella de agua en la barra y se sienta a mi lado.
  • Hola Andrés.
  • Hola Jose.
  • Cuánto tiempo sin verte.
  • El que tú has querido.
  • ¿Qué tal estás?
  • Pues como siempre, muriendo día a día.
  • Eres un pesimista, todos vamos a morir y no por eso decimos que “morimos día a día”.
  • Di lo que quieras, huye de la realidad, pero no es otra que esta y tú y yo somos iguales.
  • ¡Pero qué dices! Yo soy tu creador, no estamos en el mismo plano.
  • Sí que lo estamos.
  • Me tienes harto con tu rollito posmoderno, tú vives gracias a mí, y ya está.
  • Sí tu lo dices, escucha- se descuelga la guitarra y empieza a tocar, pero su guitarra no suena a cuerda, suena a campanas, campanas del recuerdo...
Otra vez esas malditas campanas. Tocan a muerto como todos los días. De la torre de la iglesia su sonido baja en espiral hasta llegar a mi casa. Abro la puerta y dejo que entre hasta mi habitación; lentamente sube por la paredes y se acuesta en mi cama.

En este pueblo las campanas forman parte de la vida de todos nosotros. Sentimos un temor irracional a su sonido. Las reverenciamos, porque algún día anunciaran nuestra muerte y para muchos de nosotros es lo más lejos que vamos a llegar a ser: el sonido de una campana fúnebre, el recuerdo de un sonido en una habitación, para siempre, eterno, aunque nadie nos oiga. Y en mi habitación hay muchos recuerdos, sus tañidos han entrado muchas veces en ella, y no se va, y oigo sus rebatos, cada hora, cada minuto, cada segundo.

Necesito irme de aquí, mi habitación suena a muerto, y mi espalda ya no soporta el peso de más sentimientos. Voy al parque en busca de ella. Está allí, sentada, en el mismo banco donde nos conocimos y donde tantas veces nos reconocimos; su mirada es triste, premonitoria, lleva un trozo de pan y está echándoselo a las palomas. Me siento a su lado sin decir nada, y le ayudo con el pan, cojo su mano fría, inhumana, las palomas dejan de comer el pan y me empiezan a mirarme fijamente. De repente se hace el silencio…

El camarero se levanta del taburete y cambia el disco, me sorprende con Kind of blue, Andrés ya se ha ido del bar y donde estaba la pareja sólo hay un preservativo atado. Pago mi copa y salgo fuera, al bullicio de la plaza, pero no hay nadie fuera, el panorama es desolador y las campanas del ayuntamiento tocan, son las seis de la mañana. Sigo caminando, solo, y veo una paloma que se acerca, el bicho infecto me mira con ojos prepotentes, descarnados, intento darle una patada pero se escabulle, aparecen más, y todas empiezan a mirarme fijamente...
  • Me voy.
  • Ya lo sé.
  • No es por ti.
  • Ya, es por ti.
  • Es que no puedo vivir más en este pueblo, se me cae encima.
  • Bueno, pues toma estas lágrimas negras y no me mires al irte, no mires a nada, sólo camina y tíralas cuando aprendas a volar.
  • Adiós, ¿me das un beso de despedida? -Me da un beso que sabe a sal, se levanta y se va rodeada de palomas.
La noche es fría y todavía me queda un rato para llegar a casa, voy a coger un taxi.
  • Buenas noches.
  • Hola.
  • A la calle Ezquerra.
Las luces de neón desfilan por la ventanilla, y la ciudad parece dormida, mojada... Llego por fin, sólo tengo que andar media calle, me voy acercando a mi portal cuando veo una figura en la puerta. Lleva una gabardina marrón, tiene el pelo largo, negro y está mirándome fijamente. En la mano derecha lleva un maletín. Cuando llego a su lado me lo ofrece. Lo cojo y ella se va, poco a poco, cómo si quisiera ser niebla. Subo a casa y lo abro, de él sale un sonido, un sonido familiar, un sonido a muerto...

FIN

domingo, 11 de enero de 2009

RECORTES

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árboles tiritan con el frío viento


se emancipan hojas de ramas tiranas

comienzan besos bellos y esperados

baldosas soportan estoicas al tiempo


se despiertan farolas de utopías callejeras

dedos que hacen gemir de memoria

calderas que encienden susurros de gas


se llenan bares de vicioso humo

el sudor abona sin piedad el deseo

¿quién se enfría el culo en un portal?


se acicalan tortillas de patatas para cenas

la habitación se nubla: placer mundano

muere matrimonio frente a un televisor


se buscan impotentes bien dotados

lengua que rompe barrera de moralidad

un viudo cena lágrimas con penas


se buscan vírgenes para no tener que soñar

riada de sensaciones que empapa la cama